miércoles, 7 de octubre de 2015

High-Rise

High-Rise (Ben Wheatly, 2015)
IMDB: http://www.imdb.com/title/tt4206218/


Póster de "High Rise", muy en la línea de la ambientación de la película

En la sección oficial del 63 Festival de Cine de San Sebastián destacó esta película, que, sin ser la mejor en ninguno de los aspectos, a mí me pareció la que mejor cómputo global presentaba.

Película basada en la novela homónima de J.G.Ballard en el que el neurocirujano Dr. Laing (Tom Hiddleston) se muda al piso 25 de un novedoso rascacielos de apartamentos, construido por el arquitecto Anthony Royal (Jeremy Irons), que disponse de todas las comodidades posibles (piscinas, supermercados, etc.). Allí, buscará vivir una vida tranquila y disfrutar del anonimato. No tarda en conocer a otros inquilinos, entre ellos el documentalista frustrado Richard Wilder (Luke Evans), y comprender cómo está estructurado el edificio: las diferentes clases de la sociedad habitan en diferentes alturas del mismo. Pequeñas discusiones a veces absurdas y normalmente insignificantes irá provocando recelos. Algunos inconvenientes también aparentemente menores (como, por ejemplo, cortes de luz en la parte baja del edificio) empezarán a despertar odios entre los habitantes del edificio. Tras una rápida escalada, estallará el caos en una guerrilla de clases que acabrá desdibujando por completo la humanidad de los vecinos.

High-Rise es una película excelente que, en un flashback tras una primera escena descontextualizada pero claramente distópica, se limita a llevarnos por los acontecimientos que desembocan en ese futuro ya conocido. Aunque está ambientada en Londres en 1975, la película presenta una más que acertada atemporalidad.

Tras un segundo arranque que sugerirá un cierto paralelismo con El Quimérico Inquilino (Le Locataire, Roman Polanski, 1976), enseguida nos encontraremos con que la película recuerda más a la temática de Metropolis (Fritz Lang, 1927). Rodada magníficamente, y sin dejar de ser cine moderno y con claro recorrido en la distribución comercial, es capaz de incluir escenas puramente instrumentales, al más puro estilo de Koyaanisqatsi (Godfrey Reggio, 1982), que ayudan a completar esa sensación de "película bien hecha" y de que no se está viendo más de lo mismo. La ambientación y las interpretaciones están a la misma altura, por lo que es una película que permite al espectador introducirse en la historia de forma limpia y dejarse llevar.

Si tuviera que elegir una única película de las que he visto en el festival, sería ésta. Así que recomendable al 100%.

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